martes, 9 de abril de 2013

Toro, toro y toro!!!


Creo recordar que hace años había una adorable niña de rubios rizos, que decía en un anuncio que su papa lo reglaba toro, toro y toro.

Mi post de hoy no va dirigido a recordar aquel anuncio, sino a la realidad que hoy en día aparece, cuando de la boca de un "aficionao" sale la frase: "el toro, toro!". Muchas veces me pregunto qué es el toro, toro, y tantas como me pregunto me quedo sin saberlo. Porqué un toro, toro puede ser de Valdefresno y no de Cuvillo? O de Cuadri si y de Juan Pedro no? O…. Infinitas posibles combinaciones que podría hacer… 

No hace mucho, en un tendido de una plaza de 3ª, escuché una conversación entre un matrimonio nuevo aficionado no precisamente joven y un señor aficionado, que demostró serlo del toro, no de los toros. El matrimonio, apabullado por los comentarios llenos de sapiencia de su vecino de asiento al comentarles una tarde que todos estábamos viendo, (tendría complejo de Molés?), le preguntó que a qué ganadería le recomendaba ir a ver a San Isidro. Éste, lleno de orgullo y satisfacción por ver al impresionado vecino, se llenó para decirle que sin duda a los Cuadri que ahora es la que mejor está, o la encerrona de los 6 Vitorinos, "a la que yo obviamente voy a ir" apostilló el buen hombre, rematando con una frase que me dejó bastante perplejo; "a mí es que me gustan los toros listos".

No soy de entrar en conversaciones ajenas, salvo en el putiferio de twitter, pero no tuve más remedio que saltar cuando le escuche decir que menudo toro echó Cuadri en una corrida en Olivenza, que torearon Urdiales, Castaño y Gallo, donde Castaño corto 3 orejas a dos Miuras. Lo decía tan emocionado y cargado de razón, que cuando un niñato como yo, que de toros entiendo poco, le dijo "disculpe, eso fue en Castellón, y el toro bueno de Cuadri salió al día siguiente, que torearon Rafaelillo, Uceda y Bolívar", hasta se enfadó y se puso a refunfuñar con malos humos.

La cosa quedo en mera anécdota, pero al volver a casa en el coche, no paraba de pensar en el TORO, TORO. En ese toro "listo" que debe ser que paste en las praderas de Harvard o Cambridge, en vez de en las dehesas castellanas o andaluzas.

Repasando las veces que he escuchado “eso es un toro, toro!”, llegué a una reflexión bastante “entendible” definiendo lo que a mi juicio, es un toro, toro:

Suponga usted, querido lector, que es propietario de un bar y además, lo trabaja estando tras la barra. Entra un cliente, le saluda con un “buenos días”, usted responde “buenos días que va a ser?”,”una cañita y una ración de jamón”. Le sirve con la educación y buen hacer que siempre le caracteriza y la relación cliente-camarero, camarero-cliente se refuerza hasta el punto de que ese cliente que jamás había cruzado el umbral de la puerta de su bar, se ha hecho cliente asiduo. Si no es todos los días, acude casi todos a su puntual cita con su caña y su tapa y con su misma educación, la misma que recibe, la relación termina siendo casi de amistad. Usted, como profesional de la hostelería, estará más que satisfecho por su trabajo bien hecho al captar no sólo un cliente, sino un amigo.

Póngase ahora en el siguiente caso. Entra otro cliente a su bar, sin ninguna educación, con soberbia y prepotencia le dice “qué pasa que no hay una caña ya encima de la barra?!?!”. Usted, fiel a su educación y buen hacer, le responde con un “buenos días, ahora mismo se la pongo”. La caña está en la barra, y el cliente, que no para de dar voces y molestar al resto de clientes, la tira diciendo “qué mierda es esta, no tiene la espuma suficiente, cámbiela ahora mismo!”. Bastante impresionado, usted limpia la cerveza derramada y le pone otra caña con un “disculpe señor, espero que esta sea de su agrado”. Tras darle un trago, le exige una tapa en condiciones, que si en esta mierda de bar no se dan tapas. Mientras usted corta unas lonchas de jamón, el sujeto se acerca a unos clientes fijos y además amigos y les empieza a molestar. Usted, para evitar un posible choque, se apresura a ponerle la tapa de jamón, a ver si así se templan un poquito los airados ánimos del nuevo cliente. Finalmente, tras comerse la tapa y tomarse la caña, no sin antes alegar “este jamón es de la pata de su suegra, por eso anda coja la pobre mujer no?”, se va del bar sin pagar porque con esa mierda de servicio y esa mierda de producto no se puede cobrar.

Al terminar el día usted, que tiene buen ánimo e intenta buscar siempre la mejor cara de todo, decide tomárselo como una nueva historia que contar a sus nietos el día de mañana. Pero tras una semana recibiendo la misma visita todos los días, llega el día en que usted estalla y echa de su bar al sujeto irrespetuoso que nunca paga y encima incordia al resto de clientes.

Antes que los de “el toro, toro” me crucifiquen, quiero aclarar que no me estoy metiendo con ninguna ganadería o encaste en concreto, que cada uno tiene su sitio por uno u otro motivo y que les comprendo cuando se emocionan al ver a un camarero luchar contra un cliente que no sabe si va a pagar o no, si la va a liar o no…

Realmente ese espectáculo es divertido, a la par que grotesco y muy desagradable de ver. Yo personalmente, me divierto los primeros 5 minutos, por eso de “será una broma” o la mítica frase “dónde está la cámara?”, pero cuando veo que es en serio, la cosa cambia y evito el encuentro con dicho ser, no yendo a ese bar.

Ahora, cuando voy a un bar y veo la relación intachable de camarero-cliente, cliente-camarero, me siento en una mesa y observo lo grande y maravilloso que es esto, lo bonito de ver a un camarero enroscarse con un cliente, que toma el engaño largo y por abajo, con alegría, y eso, señores, es lo que me hace a mí levantarme del asiento, sea el bar que sea, porque cada bar tiene su camarero y tiene sus clientes y por ello, lo único que hace que nos guste uno u otro bar, somos nosotros mismos, porque en cada bar existe una relación que tanto el camarero como el cliente entienden por lo que la culpa del no entendimiento es única y exclusivamente del mirón, que no elige ni el bar, ni el camarero, ni el cliente adecuado. ELEGIR…

Al final del anuncio, no sé si el papá de la pequeña de dorados rizos, acabó arreglándole o no el juguete roto, lo que sí sé, es que el que aquí se expresa, no va a arreglar nada, o si… nunca se sabe!