Creo recordar que hace años había
una adorable niña de rubios rizos, que decía en un anuncio que su papa lo
reglaba toro, toro y toro.
Mi post de hoy no va dirigido a
recordar aquel anuncio, sino a la realidad que hoy en día aparece, cuando de la
boca de un "aficionao" sale la frase: "el toro, toro!". Muchas
veces me pregunto qué es el toro, toro, y tantas como me pregunto me quedo sin
saberlo. Porqué un toro, toro puede ser de Valdefresno y no de Cuvillo? O
de Cuadri si y de Juan Pedro no? O…. Infinitas posibles combinaciones que
podría hacer…
No hace mucho, en un tendido de
una plaza de 3ª, escuché una conversación entre un matrimonio nuevo aficionado
no precisamente joven y un señor aficionado, que demostró serlo del toro, no de
los toros. El matrimonio, apabullado por los comentarios llenos de sapiencia de
su vecino de asiento al comentarles una tarde que todos estábamos viendo,
(tendría complejo de Molés?), le preguntó que a qué ganadería le recomendaba ir
a ver a San Isidro. Éste, lleno de orgullo y satisfacción por ver al
impresionado vecino, se llenó para decirle que sin duda a los Cuadri que ahora
es la que mejor está, o la encerrona de los 6 Vitorinos, "a la que yo
obviamente voy a ir" apostilló el buen hombre, rematando con una frase que
me dejó bastante perplejo; "a mí es que me gustan los toros listos".
No soy de entrar en
conversaciones ajenas, salvo en el putiferio de twitter, pero no tuve más
remedio que saltar cuando le escuche decir que menudo toro echó Cuadri en una
corrida en Olivenza, que torearon Urdiales, Castaño y Gallo, donde Castaño
corto 3 orejas a dos Miuras. Lo decía tan emocionado y cargado de razón, que
cuando un niñato como yo, que de toros entiendo poco, le dijo "disculpe, eso fue en Castellón, y el
toro bueno de Cuadri salió al día siguiente, que torearon Rafaelillo, Uceda y Bolívar",
hasta se enfadó y se puso a refunfuñar con malos humos.
La cosa quedo en mera anécdota,
pero al volver a casa en el coche, no paraba de pensar en el TORO, TORO. En ese
toro "listo" que debe ser que paste en las praderas de Harvard o
Cambridge, en vez de en las dehesas castellanas o andaluzas.
Repasando las veces que he
escuchado “eso es un toro, toro!”, llegué a una reflexión bastante “entendible” definiendo lo que a mi
juicio, es un toro, toro:
Suponga usted, querido lector,
que es propietario de un bar y además, lo trabaja estando tras la barra. Entra
un cliente, le saluda con un “buenos días”, usted responde “buenos días que va
a ser?”,”una cañita y una ración de jamón”. Le sirve con la educación y buen
hacer que siempre le caracteriza y la relación cliente-camarero,
camarero-cliente se refuerza hasta el punto de que ese cliente que jamás había
cruzado el umbral de la puerta de su bar, se ha hecho cliente asiduo. Si no es
todos los días, acude casi todos a su puntual cita con su caña y su tapa y con
su misma educación, la misma que recibe, la relación termina siendo casi de
amistad. Usted, como profesional de la hostelería, estará más que satisfecho
por su trabajo bien hecho al captar no sólo un cliente, sino un amigo.
Póngase ahora en el siguiente
caso. Entra otro cliente a su bar, sin ninguna educación, con soberbia y prepotencia
le dice “qué pasa que no hay una caña ya
encima de la barra?!?!”. Usted, fiel a su educación y buen hacer, le
responde con un “buenos días, ahora mismo
se la pongo”. La caña está en la barra, y el cliente, que no para de dar
voces y molestar al resto de clientes, la tira diciendo “qué mierda es esta, no tiene la espuma suficiente, cámbiela ahora
mismo!”. Bastante impresionado, usted limpia la cerveza derramada y le pone
otra caña con un “disculpe señor, espero
que esta sea de su agrado”. Tras darle un trago, le exige una tapa en
condiciones, que si en esta mierda de bar no se dan tapas. Mientras usted corta
unas lonchas de jamón, el sujeto se acerca a unos clientes fijos y además
amigos y les empieza a molestar. Usted, para evitar un posible choque, se
apresura a ponerle la tapa de jamón, a ver si así se templan un poquito los
airados ánimos del nuevo cliente. Finalmente, tras comerse la tapa y tomarse la
caña, no sin antes alegar “este jamón es
de la pata de su suegra, por eso anda coja la pobre mujer no?”, se va del
bar sin pagar porque con esa mierda de servicio y esa mierda de producto no se
puede cobrar.
Al terminar el día usted, que
tiene buen ánimo e intenta buscar siempre la mejor cara de todo, decide
tomárselo como una nueva historia que contar a sus nietos el día de mañana. Pero
tras una semana recibiendo la misma visita todos los días, llega el día en que
usted estalla y echa de su bar al sujeto irrespetuoso que nunca paga y encima
incordia al resto de clientes.
Antes que los de “el toro, toro”
me crucifiquen, quiero aclarar que no me estoy metiendo con ninguna ganadería o
encaste en concreto, que cada uno tiene su sitio por uno u otro motivo y que
les comprendo cuando se emocionan al ver a un camarero luchar contra un cliente
que no sabe si va a pagar o no, si la va a liar o no…
Realmente ese espectáculo es
divertido, a la par que grotesco y muy desagradable de ver. Yo personalmente,
me divierto los primeros 5 minutos, por eso de “será una broma” o la mítica frase “dónde está la cámara?”, pero cuando veo que es en serio, la cosa
cambia y evito el encuentro con dicho ser, no yendo a ese bar.
Ahora, cuando voy a un bar y veo
la relación intachable de camarero-cliente, cliente-camarero, me siento en una
mesa y observo lo grande y maravilloso que es esto, lo bonito de ver a un
camarero enroscarse con un cliente, que toma el engaño largo y por abajo, con
alegría, y eso, señores, es lo que me hace a mí levantarme del asiento, sea el
bar que sea, porque cada bar tiene su camarero y tiene sus clientes y por ello,
lo único que hace que nos guste uno u otro bar, somos nosotros mismos, porque
en cada bar existe una relación que tanto el camarero como el cliente entienden
por lo que la culpa del no entendimiento es única y exclusivamente del mirón,
que no elige ni el bar, ni el camarero, ni el cliente adecuado. ELEGIR…
Al final del anuncio, no sé si el
papá de la pequeña de dorados rizos, acabó arreglándole o no el juguete roto,
lo que sí sé, es que el que aquí se expresa, no va a arreglar nada, o si… nunca
se sabe!